La obra propone, en principio, una navegación a ciegas y sin horizonte a la vista. Nos sumerge en un paisaje conformado sólo por signos que como humanos nada nos significan, por comandos o códigos maquínicos, articulados en una arquitectura también definida por las propios “accidentes geográficos” del medio dentro del cual nos movemos: el navegador de Internet. Ventanas emergentes, barras de scroll, pull downs, frames anidados, hipervínculos, dan forma a un universo plano, en blanco y negro, no representativo, asignificante y sin título. Un universo que convierte a nuestra navegación en un viaje sin rumbo y donde la única interacción posible es con la propia interfaz.